Comentario
El retablo de la iglesia de San Juan Bautista de Telde es un testimonio claro del fenómeno de exportación e importación artística que tuvo lugar durante los siglos XV y XVI entre los antiguos Países Bajos meridionales y la zona más alejada hacia el sur, las islas Canarias. Hasta aquí llegó el arte flamenco en sus distintas manifestaciones y se ha justificado el que hasta las islas viniesen numerosas obras por los lazos existentes entre la corriente artística y la comercial. Está comprobada y aceptada la relación entre los aspectos de tipo socio-económico y las realidades artísticas. Numerosos comerciantes procedentes del norte de Europa se establecieron en las islas en aquellos tiempos, y se formó una clientela que se sintió atraída por las manifestaciones artísticas que mantenían las tradiciones medievales-góticas, incluso en ocasiones en las que por fecha nos situamos ya en el siglo XVI. Hemos de recordar cómo una de las peculiaridades económicas de Canarias en aquel tiempo fue la exportación de azúcar a los puertos de Flandes: "Fue el primero de los monocultivos que nos vinculó comercialmente con la Europa nórdica" (Hernández Perera). El comercio azucarero de Canarias forma parte de la explicación de esta realidad cultural de la misma manera que ocurrió en la isla de Madeira, donde desde el siglo XV, con el tráfico comercial especialmente de azúcar, también se desarrolló un comercio artístico con los Países Bajos (Vandevivere).
La modalidad de retablos esculpidos flamencos es una de las más importantes y representativas entre la diversidad de piezas conservadas. El retablo de Telde es de madera dorada y policromada, pero no conserva completo su estado original pues fue retocado en el siglo XVIII. Sólo en algunas figuras de segundo término permanecen los rojos, azules, blancos, verdes y el dorado de la policromía primitiva que le caracterizaría y daría vivacidad. Está rodeado de una decoración posterior que va sobre el enmarcamiento moldurado y ondulado que le define, como a otras muchas obras de igual procedencia, posiblemente Amberes.
El retablo fue donado a la parroquia por Cristóbal García del Castillo, quien en su testamento de 14 de enero de 1539 dice: "Iten, declaro que un retablo el qual esta en la dicha iglesia del señor San Juan el qual me truxeron de Flandes que al presente esta en el altar mayor" (L. Ninane). Esta alusión proporciona una aproximación cronológica de la obra de la que sabemos que, ya con anterioridad al año citado de 1539, pertenecía a García del Castillo pues en otra referencia declara: "que yo lo hice traer en vida de mi primera mujer Marina Rodríguez e de mi madre e en vida de las susodichas lo di a la dicha iglesia para el altar mayor..." y por tanto sería traído a Canarias con anterioridad al 1515, año en que falleció su primera mujer.
Es probable que en origen tuviera las correspondientes puertas pintadas, como era habitual en este tipo de retablo-tríptico. Actualmente sólo conserva la caja con decoración esculpida y compartimentada en tres calles -la central más alta- y dos cuerpos. Bajo las ricas estructuras arquitectónicas se sitúan las seis escenas que componen su programa iconográfico con los siguientes temas: la Anunciación y Nacimiento en la calle central; los Desposorios de la Virgen y la Visitación en el lado del evangelio, y en el lado de la epístola la Adoración de los Reyes Magos y la Circuncisión.
Todas las escenas responden a las características propias de las obras esculpidas flamencas. Destaca la acumulación de personajes, que siempre acompañan a los verdaderos protagonistas del tema y se disponen en varios planos en profundidad. También su riqueza de gestos y actitudes y su indumentaria, muy realista, siguiendo la moda de la época, la cual se ve igualmente reflejada en la ambientación de algunos interiores, como en la habitación donde tiene lugar el anuncio del arcángel Gabriel a María.
Esta obra responde plenamente a las características propias de principios del siglo XVI, aspecto que también queda confirmado por sus relaciones estilísticas y formales con otros ejemplos flamencos, como los retablos de Auderghem y Oplinter; y aunque, en la franja del traje de uno de los personajes, puede leerse, en una inscripción, Joris, es arriesgado aventurar una hipótesis en cuanto a su autoría.